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Prevenir el SIDA y sanarnos de la hipocresía

¿ Los preservativos aseguran siempre calidad de vida y protección o son siempre sinónimos de mala vida y desprotección ? ¿ Están obligadas las parejas en las que uno o los dos están infectados a practicar la abstinencia?. ¿Por qué dicen algunos educadores que es nocivo usar preservativos?

A veces nuestras culturas hablan mas con los chistes que con sus códigos deontológicos. Se decía:

1.- Es importante encontrar una mujer que sea buena cocinando y limpiando. 

2.- Es importante encontrar a una mujer que sea autónoma económicamente y que sepa ahorrar con lo que gane. 

3.- Es importante encontrar una mujer que realmente disfrute del sexo y lo haga disfrutar. 

4.- Es fundamental que estas tres mujeres nunca se conozcan entre si.

Para algunos autores como Savater, hay mujeres con las cuales los hombres quieren convivir y otras con las que les gusta hacer el amor y en esta época de mayor participación de la mujer en la sociedad esto se torna igualitario.

Muchas personas tienen largos períodos de monogamia y hacen el amor con quien eligieron para convivir. Pero esto no siempre es así, la realidad está sembrada de monogamias provisorias, como también de poligamias. Esta realidad, obliga a pensar el tema de los preservativos y su operatividad.  

Y entonces me pregunto: ¿ Los preservativos aseguran siempre calidad de vida y protección o son siempre sinónimos de mala vida y desprotección ? ¿ Están obligadas las parejas en las que uno o los dos están infectados a practicar la abstinencia?. ¿Por qué dicen algunos educadores que es nocivo usar preservativos? 

El SIDA despierta polémicas en una sociedad neurótica que ha perdido la conexión inmediata con lo obvio. Algunas preguntas parecen más una cortina de humo que un análisis profundo de los motivos por los cuales esta enfermedad se sigue propagando.

Los progresistas señalan que en sociedades abiertas insistir en virtudes como la fidelidad y la continencia es pretender seguir viviendo en la hipocresía, para menguar la culpa que les genera “la doble vida”. 

Por otra parte, los conservadores piensan que abstenerse de relaciones ocasionales es la única forma de cuidarse, ya que los preservativos tienen un alto riesgo; sostienen que el preservativo no resulta preventivo puesto que no disuade del sexo ocasional, sino que lo estimula.

Las estadísticas divulgadas por ellos señalan que hay entre un 15 a 20% de riesgo, argumento suficientemente sólido como para desaconsejar su empleo. Sin embargo no todos los científicos coinciden con esos porcentajes, e incluso aceptándolos, para muchos el uso del preservativo seguiría siendo razonable pues es preferible un 80% de posibilidades a favor que un 100% en contra. 

Asimismo son pocos los progresistas y conservadores que recuerdan que las mayores víctimas de la enfermedad se encuentran entre los sectores más postergados de la sociedad, como las mujeres y niños pobres, que no han elegido un estilo particular de moral sexual, sino que son víctimas de un sistema que los excluye y les impide elegir.

Recuerdo haber compartido un panel con un sacerdote a quien le gustaba dar este ejemplo: “usar preservativos es como tomar una empresa aérea cuyos aviones se caen en un veinte por ciento ¿Usted los tomaría?”.

Los que asistieron a la conferencia lo silbaron señalando lo desatinado del ejemplo, pero él estaba impertérrito y en alguna medida satisfecho por sus años de celibato, en los que no había necesitado “tomar aviones”. En realidad el único incómodo en la mesa era yo, quien no creía en la utilidad del ejemplo del sacerdote.

Algo me hacía entender que una vez más el SIDA era usado como un elemento de control social. Años más tarde me enteré que aquél hombre que aleccionaba sobre la moral sexual padecía de adicción al alcohol; entendí que representaba la filosofía de una empresa entrenada para brindar numerosos servicios, pero que carecía de experiencia en volar aviones. 

Recomendar la abstinencia para evitar el contagio del SIDA, es como evitar conducir un auto por miedo a morir en un accidente de tránsito, en lugar de usar cinturones de seguridad. 

De allí el retorno a mi pregunta:

Nuestras sociedades enferman de SIDA no por la vida descontrolada y la lujuria sino mas bien por no descontrolar el Amor que hay en nosotros y sujetarlo al control de de algunos patrones culturales que nos hacen relacionarnos discriminado a “algunos” o evadiéndonos de lo distinto.

 ¿Una moral sesgada puede evitar o prevenir los males que intenta trascender? 

Desde mi postura nuestra sociedad enferma de SIDA no por ser poco casta, sino por discriminar minorías étnicas, minorías sexuales, personas por demás vulnerables, a veces adictas y en alto porcentaje desempleadas.

Si la sociedad no aprende a incluirlos, la epidemia del SIDA proseguirá su aumento. Las medidas higiénicas son operativas y el uso de los preservativos es pertinente (cuando hay alguien infectado o se desconoce la serología de la pareja; cuando uno ó ambos están contagiados, etc.).

Eso no quita la responsabilidad de los educadores, que deben enseñar a discernir cuáles son los ámbitos adecuados para que se concrete una relación sexual y cuándo un vínculo tiene calidad y ofrece garantías de estabilidad; ó cuándo el vínculo deviene promiscuo. 

Ahora bien, el uso del preservativo puede ser un “arma de doble filo”, puesto que con la seguridad inmunológica que brinda, puede favorecer la cronificación de relaciones de pareja insalubres ó inadecuadas, dado que “el preservativo evita el contagio”. Y también el sexo ocasional puede transformarse en una especie de droga para evitar implicarse en una relación responsable de mayor calidad. 

Como dice una canción del grupo argentino Bersuit Vergarabat: “tomo para no enamorarme, me enamoro para no tomar”. Un jefe creía dominar a su joven secretaria con los ascensos y la presionaba para tener relaciones sexuales, pero ella también lo seducía usando ropa provocativa sabiendo que el era casado y no podía ofrecerle mas que algunos momentos de intimidad.

En realidad ambos necesitaban de la relación para reivindicar su estructura narcisista y así se brindaban mutuo placer. El ignoraba si estaba en crisis con su mujer por la secretaria o se había fijado en la secretaria por la crisis con su mujer. La secretaria ignoraba por qué el poder la seducía tanto y decía que se cuidaba porque practicaba sexo “protegido”.

Como dijera Woody Allen, ambos hacían alarde de que “lo mejor es el sexo con amor, pero lo segundo mejor es el sexo”. 

¿A qué llamamos protección en la cultura del descuido?

Es cierto que la búsqueda de lo mas estimulante en una cultura deserotizada puede llevar por peregrinajes molestos No siempre es fácil encontrarnos en serio. 

De allí que muchos respondan “vaya viendo lo que le pinte” pero mientras tanto use preservativos. Con el tiempo quien sabe los epidemiologos y los educadores oscilen en su optimismo o pesimismo y se encuentren cosas mejores en materia de prevención pero creo que la urgencia no posterga la necesidad perentoria que tienen sobretodo nuestros adolescentes de maestros que nos ayuden a ver mejor los caminos de integración afectiva.
Decía el fundador del arte de vivir Ravi Shankar “El ego desea cosas muy difíciles; no reconoce la simplicidad en la vida. La vida es sencilla. El ego es muy complicado”.
 

Ninguna enfermedad como el SIDA nos ha llevado a revisar la articulación de nuestra moral privada con el bien común. Sigue siendo valido el axioma de San Agustín “Ama y haz lo que quieras” el tema es que hoy se nos enseñe amar y se eduque a las mayorías en esto.

Se trata de sumar cuidado pero ¿quien cree a ciencia cierta que el sexo protegido es sinónimo de calidad? ¿quien educa para no vivir fluctuando y perseverar en aquellos vínculos donde sobreabunde la confianza y el cuidado? ¿quien nos alienta a buscar las vinculaciones que sacan lo mejor de nosotros mismos? ¿que sexualidad y calidad de vínculo queremos?

Lo positivo en relación con el Sida es que se agotaron los discursos que usan el temor a la enfermedad para difundir sus ideas en torno a lo que deberían ser los comportamientos íntimos de una pareja. Que el Sida nos afecte a todos no significa que debamos convencer a toda una sociedad sobre las bondades de tal o cual moral sexual. 

Curiosamente las grandes iglesias históricas en E.E. U.U. que se manifiestan contra la droga, el aborto los preservativos, a favor de la familia, votaron a Bush masivamente pero son las menos beligerantes cuando ese gobierno comete genocidio con los iraquíes.

Combatían la increencia y el ateísmo y la lascivia pero eran ignorantes de aquel Dios cristiano que nos hace distintos, sobretodo por como amamos a los enemigos. Y entonces creo que el sida nos hace comprender que no somos cristianos por decir que somos monógamos y no usamos preservativos, sino por que amamos a todos, incluso a los enemigos. 

Se trata de ser honestos con quien se comparte intimidad sexual. Se es testimonio de un Dios con estas características, sea en la poligamia ó en la monogamia, cuando existe realmente una entrega recíproca y amor entre las personas.

Cuando en África, un cacique Bangua conmovido por el cristianismo de Chiara Lubich le preguntó si era necesario para vivir su camino espiritual abandonar a sus 30 mujeres, la mística le respondió: “usted quiéralas a todas y después escúchese”. 

Es probable que en relaciones de mas honestidad los vínculos se vayan haciendo mas monógamos como en varios mamíferos superiores. El SIDA nos ha ayudado a comprender que Jesús en materia de ética sexual con lo único que fue intolerante fue con el pecado de la hipocresía. 

El SIDA patentiza el infierno como lugar de discriminación, deshonestidad, descuido. En este último caso vale la metáfora argentina del incendio de la disco “República Cromagnon” como lugar teológico por negación.

Muchos pastores indican desde allí qué valores se deben volver a estimar para recuperar el equilibrio social y la paz espiritual. En aquel “no-lugar” por desinformación y descuido se permitió el abuso de poder sobre los más débiles y así se provocó la muerte de muchos. A ellos no hizo falta explicarles cómo es el infierno en la tierra. 

La teoría del mal menor es útil, pero no ayuda a educarnos en lo óptimo. Es cierto que la riña de gallos o la tauromaquia son mejores que el boxeo pero nadie cree que por admitir esto nuestras sociedades se sanan de la violencia que las envenena; de igual modo, el sexo de calidad es un desafío para todos. 

El Sida nos exige sinceridad, pensar cómo queremos vivir la sexualidad para que el otro nos siga experimentando como un don y no como un infierno. El miedo no educa.

En "La peste", Albert Camus describe las diferentes actitudes para enfrentar la enfermedad: Está el médico que superando sus debilidades y escrúpulos se queda en la ciudad para ayudar a los más débiles. Están los que deciden huir desentendiéndose del sufrimiento de los apestados. Y hay un sacerdote que se debate entre sus dogmas de fe y los imperativos de la realidad.

El sacerdote que un momento dijo que "la peste era un castigo por nuestros pecados” no puede responder a la pregunta del médico: "¿…Y este niño, padre, de qué era culpable?”

En las situaciones extremas de enfermedades y catástrofes se suele culpar a Dios, a la naturaleza o a ciertas personas, pero se corre el riesgo de caer en la irresponsabilidad y no querer aprender lo que la crisis evidencia.

Vivimos en una sociedad donde por buenos y malos hábitos la sexualidad influye sobre los comportamientos de las personas. Hay sobre todo discriminación, abuso de poder, servilismo, frivolidad, excesos, lujuria, pero también hay sanas búsquedas entre la des erotización sexual reinante de lo que verdaderamente estimule.

El pecado común a pobres y ricos que compromete la salud de todos es callar, no hablar de lo que seriamente nos compromete, sobre todo cuando se sabe que el silencio hace crecer la ignorancia, la desconfianza y condiciona la entrega.

El silencio en torno al sexo, como a cualquiera otra cuestión importante en la vida, genera ignorancia, y como contrapartida hay un peligroso juego de poder en el que calla. 

El dogma de la mujer fecundada por la palabra hoy se reinterpreta desde el SIDA. Aquello que nos fecunda y nos llena de vida es la palabra que habla sobre la verdad de nosotros mismos, cuando se brinda en un contexto de máxima distensión y escucha. 

El razonamiento de que el SIDA se propaga debido a los excesos sexuales tiene su cuota de verdad, pero el exceso de compulsión suele crecer en aquellos que no han podido trabajar su represión. En el film “Belleza americana”, el padre que busca castigar a su hijo presuntamente juzgado como homosexual, es un homosexual no reconocido que no puede controlar su homotropismo. 

El SIDA es un problema para los contemporáneos, no por continuar con prácticas promiscuas (quizás nuestros padres también lo fueron, pero en estructuras más hipócritas), sino porque exige sincerarnos, y decidir cómo queremos vivir la sexualidad para experimentarla como un don y no como infierno. 

Se trata de abrirnos a un ventanal que nos permita escuchar todas las identidades que fueron calladas sobretodo con esta enfermedad. A menudo los muros para no escuchar lo distinto (minorías sexuales o raciales) los levantan nuestros métodos elitistas, rutinarios, escindidos de la vida y de la gente.

Los teólogos de la liberación descubrieron que la opresión nos une pero la retórica doctrinaria nos separa. Pretender que la inmensa mayoría de la sociedad merme la actividad sexual por miedo al SIDA es (además de antipedagógico) infantil e improbable.

El miedo no educa. La sociedad seguirá teniendo sexo y seguirá sin prestar demasiada atención a los consejos de la Iglesia Católica, los maestros de escuelas, los médicos de la salita y los padres de familia pero eso no quita que no sea perentorio educarnos en una sexualidad en la que podamos relacionarnos en un clima de confianza (y en cuestiones de fe, acredito mas a la palabra que a los preservativos). 

Se trata de desprendernos finalmente de aquél slogan impuesto en la época de la Triple A “El silencio es salud”. Probablemente no sea sencillo hablar con verdad, porque tenemos una larga trayectoria y entrenamiento en “guardar el adecuado silencio”, un silencio generalmente cómplice, para “salvar la vida”, cuando en realidad la comprometemos cada vez más. 

¿Cómo se educa en la cultura del úselo y tírelo en una sexualidad más completa? ¿Cómo sumar calidad sexual a un adolescente que tiene sexo con su novia? ¿Cómo informarlo adecuadamente para que comience a andar el camino de una sexualidad sana, satisfactoria y digna?¿Quienes tienen parejas estables de calidad que puedan instruir en el discernimiento?. ¿Qué se le dice al matrimonio cuando uno de ellos o los dos están infectados y la expresión amorosa se encuentra por demás comprometida?

La Iglesia es sabia cuando da normas de conducta que enseñan a no fornicar (no manipular al otro) y vivir castamente (no ser objeto de nadie y no dar trato de objeto a los demás). Pero los pastores deben ser prudentes en el modo de transmitir estas normas, puesto que no pocas veces las prohibiciones exacerban lo quieren evitar. 

Las iglesias en esta nueva evangelización deben escrutar las nuevas situaciones de pecado que no permiten que nos relacionemos como hermanos. 

El SIDA nos esta ayudando a escuchar mejor a los que no pueden dar culto a la mercadolatría cuando se es víctima de ella porque aún en estos casos, la vida se puede ir aun siendo muy joven. 

Esta enseñanza trae el SIDA como enfermedad: educar para una red vincular de calidad implica revisar, poder cerciorarse si no hay sometimiento y comodidad, implica confiar y admitir la realidad por cruel ó dura que ella sea, implica aprender a amar en todas las circunstancias.

Educar en el cuidado, es una ardua tarea y un desafío para nosotros y las generaciones venideras. Y el cuidado pasa inevitablemente por tener los ojos bien abiertos a la realidad y dejarla tremar.

El grado de confianza que tengamos en el Amor, en nosotros y en los otros generará la energía, pobre o rica que sustente nuestro cuidado. El SIDA es la única enfermedad que patentizó que solemos cuidarnos como nos cuidaron.

Para los que conocimos el cristianismo cuidarnos y protegernos, como dijera San Pablo será conectarnos con aquel Amor que todo lo cubre, que todo lo espera que es paciente, que jamás se pone por encima de nadie, que es servicial, que no busca solo lo suyo y que por eso, ya goza de la verdad. 

Preguntas para hablar con amigos y con quien se comparte intimidad sexual:

¿Que hacer para sumar calidad a nuestra forma de amar? ¿Hacemos el amor si no somos amor? ¿Cuando amamos en serio? ¿ cuando mentimos? ¿Que cosas hacen a tu intimidad y que cosas comprometen a los que se implican con vos sexualmente? ¿Con quien hablas de tu integración afectiva? ¿Cómo te cuidan? ¿como cuidas y te cuidas?

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