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La abuelitud

Los abuelos y su contribución a la autoestima de sus nietos. Los nietos y su contribución al bienestar de los mayores…

Algunos adultos mayores cumplen una misión muy reconocida;  por el amor que se involucra entre los participantes: la abuelitud.

El disfrutar de ser abuelos brinda un enriquecimiento que compensa las pérdidas que se enfrentan en la etapa adulta.

La abuelitud trae consigo grandes posibilidades de una nueva juventud, ya que se afianzan la auto-estima y seguridad, brindando anhelos de continuación generacional; los abuelos pueden disfrutar más a los nietos que a los propios hijos, sin la obligación de “hacer las cosas bien”, con la carga emocional que esto significa. La llegada de un nieto hace sentir que se restituye una oportunidad de acercarse a los hijos que ya crecieron y abandonaron el hogar.      

“La gran sinfonía de la vida deberá terminar en un gran final de paz y serenidad, de seguridad material y emocional, así como de atención espiritual y no con el golpe estridente de un tambor que se rompe o unos címbalos que se estrellan”. Lin Yutang. 

En estos últimos cincuenta años, la población mundial ha envejecido a pasos agigantados, actualmente, el 10%  de la población de adultos mayores cuenta con más de 80 años de edad y la proporción aumentará a un 25% antes del año 2025. 

En 1999, Año Internacional de los Adultos Mayores, se promulgaron cinco derechos a favor de este colectivo:  

  • ·        Independencia.

  • ·        Cuidados.

  • ·        Participación.

  • ·        Autorrealización.

  • ·        Dignidad.  

Se considera que lo prioritario es que se produzca el cambio que derive en una nueva mentalidad ante la situación que se está creando. El envejecimiento supone cambios importantes en el sistema biológico del hombre, y el reto del adulto mayor es enfrentarlos y adaptarse a ellos. 

Aunque en nuestra sociedad se justifica la vejez por la edad cronológica, se entiende por vejez la percepción y asignación social del proceso de envejecimiento a partir de cierta edad, y en un sentido cultural globalizador. 

En encuestas realizadas por la ONU, entre los círculos de abuelos, se pudo constatar que ellos perciben el envejecimiento como: 

  • ·        “La última carta de la baraja”.

  • ·        Una maldición.

  • ·        La mayor desgracia.

  • ·        Incapacidad de valerse por sí mismos.

  • ·        Llegada de enfermedades.

  • ·        Pérdida de esperanzas e ilusiones.

  • ·        Un engaño.

  • ·        Recta final de la vida.  

      Sólo una minoría expresó que la vejez representa para ellos: 

  • ·        Toma de experiencias.

  • ·        “Algo grande”.

  • ·        Ganancias de bienestar, sinceridad y cariño.

  • ·        Tiempo de oportunidades y nuevas metas.  

La vejez afecta cuando se reflejan síntomas en el cambio de apariencia física, no así en la esfera de sentimientos, emociones, aspiraciones e intereses. Los adultos mayores consideran que la vejez les impone limitaciones físicas, mentales, económicas y afectivas, mismas que son aceptadas en mayor o menor grado, y a las que se ajustan a través de mecanismos de defensa como la racionalización y/o la compensación, con el objetivo de hacer corresponder la imagen social de la vejez con su auto-imagen, como una forma más de atenuar su conflicto interno. 

Son evidentes los temores a la muerte, ansiedad de separación por la pérdida de seres queridos, sentimientos de nido vacío, malestares relacionados con su ajuste y adaptación a sus limitaciones, y en gran medida por la repercusión de una imagen social peyorativa o desfavorable de la vejez en su propia imagen del proceso y en su calidad de vida de forma general. Proceso asociado errónea y frecuentemente a conceptos como: senilidad, inutilidad, estorbo; lo que lo lleva a sentirse como tal, afectando su calidad de vida y su propio bienestar subjetivo.    

En cuanto a la imagen propia del adulto mayor, se ve afectada por los estereotipos, prejuicios, actitudes y comportamientos de negación y rechazo; esto conduce a que la auto-imagen sea negativa; y el papel que asume la familia, ante el proceso de envejecimiento de sus miembros, influye en la auto-imagen del adulto mayor y en su calidad de vida.     

Los abuelos tienen un rol importante de transmisión cultural, de formación y guía, es necesario brindar la oportunidad a los nietos de convivir y recibir tal herencia, reconociendo  la relevancia  que implica el inculcar principios y valores, entregados de una forma de singular cariño que se establece entre los abuelos y los nietos. 

Muchas personas piensan que la autoestima es algo que se obtiene desde chico, que se obtiene a través de los padres, profesores, abuelos y cualquier adulto cercano; que si queremos hacer felices a los niños, no hay que hacerlos sentir mal o decirles bruscamente en qué fallaron, y entonces podrán tener una autoestima positiva, ingrediente fundamental para la felicidad…

Y es cierto, los niños con alta autoestima son, usualmente,  felices consigo mismos; pero lo contrario, (tal como uno lo entiende habitualmente), no es necesariamente cierto. Tener contentos a los niños no es lo mismo que hacerlos sentir bien ni que consigan elaborar una adecuada autoestima; por ejemplo, es una costumbre comprar cosas a los niños para que estén contentos, sin embargo, esa no es la forma de hacerlos sensibles a saber quienes son o que pueden hacer por sí mismos.

Este proceso debe ser un trabajo interno de los propios niños; con autoestima no se nace, se aprende, y muchas veces por el camino más duro. Trabajando sobre las dificultades y fallas, aprendiendo de los errores, encontrando soluciones y sacando lo mejor de cada tropiezo; en este camino, la influencia de los abuelos puede ser de gran ayuda a los niños.

Nosotros siempre tratamos de crear un “mundo perfecto” para nuestros hijos y nietos, inventando situaciones que no los harán felices; al hacerlo,  los estamos privando de muchas oportunidades y de la posibilidad de aprender a encontrar soluciones.

Los hacemos creer que son el centro del universo y así les damos una falsa fotografía de la realidad. Los chicos que aprenden y viven sus propias experiencias, son quienes tienen mayores posibilidades de crear su propia y correcta autoestima.

Esta conciencia se fabrica progresivamente, encontrando soluciones y trabajando en los problemas y en este proceso, el adulto mayor tiene la tarea de alentarlo, sostenerlo y guiarlo. De esa manera, los chicos entenderán que los adultos en sus vidas no son los responsables por su felicidad, que ellos son quienes deben forjar su futuro y crear una forma de entender las cosas, desde su funcionamiento y no porque alguien se los dijo.

Las fallas y errores proveen un pasaje a “la tierra del crecimiento”, en donde se sitúan las fórmulas para solucionar los problemas; y entonces, al dejar a los chicos comprender que son los verdaderos responsables de sus vidas, y que los consejos y compañía de los abuelos son para aprender a vivir. 

Es duro para los padres y abuelos ver a un hijo o un nieto que se tropieza, comete errores o falla; es muy importante comprender que ésa es la única manera de conseguir la experiencia y desarrollar las armas de supervivencia para el futuro; el futuro que le hará disfrutar de cada etapa de la vida, incluyendo el proceso cuando le corresponda la posible experiencia de la abuelitud. 

Los abuelos que contribuyen con su ejemplo de “saborear” la vida, hacen que los nietos comprendan mejor que es la autoestima; un abuelo quejumbroso no es lo adecuado para motivar a un nieto; en cambio, un abuelo dinámico o una abuela contemporánea, con espíritu y actitud de triunfadores, transmitirán al nieto una invaluable guía que le proveerá de recuerdos y que el nieto podrá capitalizar al convertirlos en recursos.

De esta manera se beneficiarán ambas generaciones, ya que los abuelos establecen proyectos, logran metas y su auto-imagen proyecta alegría por la vida, y el nieto recibe esa imagen que para él será una motivación en su estilo de vida. Así se continúa la abuelitud, haciéndola experiencia agradable. 

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