Share on facebook
Share on twitter
Share on whatsapp

Valiente travesía

Deseo compartir esta experiencia de una de tantas aventuras, donde la única inversión para poder sobrevivir es arriesgar lo único que tenia: mi vida…


Nací y me crié en el puerto del Callao en 1957, de familia extremadamente pobre,
hijo de una familia compuesta de 10 hermanos.

Mi
padre, de avanzada edad, nos alimentaba con lo poco que podía ganar durante toda
la noche haciendo taxi en un carro rentado.

La
realidad es que la diabetes lo mató a los 60 y yo solo tenia para esa fecha 13,
por lo que me dediqué a trabajar, ilegalmente por mi edad, en los barcos que
llegaban al puerto como cargador.

Y
cuando no había trabajo robaba, para poder sobrevivir. En ese muelle robaba todo
el mundo, hasta la policía del puerto te cobraba por el derecho a dejarte robar,
y si no pagabas terminabas preso.

 Después de mucha presión a los 31 años, decidí irme para los Estados Unidos,
dejando a mi novia con la cual compartí 12 anos con la promesa de llevármela,
sueño que nunca cumplí y se me parte el alma cada vez que la recuerdo.


Tenía todo planeado, la idea era subirme a cualquier barco con destino a USA y
permanecer escondido hasta que llegara a mi destino.


Muchos amigos me desanimaron, y hasta otros se burlaron creyendo que yo estaba
loco. Tampoco les podía informar a mis familiares acerca de mis planes, ya que
ellos los echarían por el suelo frustrando ese viaje.

 Por fin llegó el barco esperado. Saldría en unas 12 horas del puerto del Callao,
no había tiempo que perder, solo le dije “adiós” a mi novia y “te veo pronto”.


Necesitaba un balde para llevarlo conmigo, recuerdo que ni eso tenia, fui a la
casa de mi mama y le pedí prestado el único balde que ella usaba para cargar
agua y me dijo que se lo devolviera pronto, le dije ” no te preocupes, mañana te
lo traigo”.

 Mis hermanos menores estaban con ella, les di una mirada sin poder decirles a
donde iba, en un retrato de mi familia que aún conservo en mi mente. Salí de la
casa, cerré la puerta y recostando mi cabeza sobre ella me puse a llorar
pidiéndoles perdón sin saber si los volvería a ver alguna vez, tal vez moriría
en el viaje o… no sé.

 Entrando al muelle allí estaba mi barco que me transportaría a USA. Me subí sin
que nadie me viera con mi balde de agua, un paquete de galletas de agua y
algunas pastillas para dormir.

Ya
instalado en una de las bodegas del barco tuve que esperar a que este zarpara
para poder estar seguro de que ya me fui.

Ya
el barco en pleno movimiento me dejaba saber que iba rumbo a la primera escala
que era en el puerto de Quito, Ecuador. Después en Colombia, luego Panamá, hasta
allí no se cuantos días pasaron, lo único que sé es que yo tomaba las pastillas
para dormir para no sentir el viaje.

 Dentro de la bodega del barco había muchos containers, en uno de ellos me
encontraba yo con un espacio muy reducido que solo me permitía viajar echado, no
podía ver nada ya que en la bodega todo era oscuro, no podía saber si fuera del
barco era de noche o era de día o si era viernes o era lunes, había perdido la
noción del tiempo.


Ponía mis manos frente a mi rostro y tampoco podía verlas por la oscuridad, lo
único que podía sentir era mi cuerpo cuando con mis manos yo me tocaba. Hasta
pensé, que tal vez yo estaba muerto porque lo único que trabajaba era mi mente.

 No
había conversado con nadie no se cuanto tiempo, ya que no había con quien
hacerlo. Hacía tanto tiempo que no escuchaba mi nombre que hasta decidí llamarme
a mi mismo, y llamé con mi propia voz: Lucho….

Y
yo escuchaba mi voz y pensaba, ¿será verdad?


Otra vez me volvía a llamar pero en voz mas alta: “Lucho ¿cómo estás?” y yo
mismo me respondía, “bien y tú”, después me reía de mi mismo y de haber
comprobado  que estaba vivo.


Dentro del barco estuve 18 días a oscuras y a agua y galletas de agua.


Llegué a los Estados Unidos sin saber en que día estaba, pero llegué donde me lo
propuse.

 Continuará…