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Los adolescentes y la competencia deportiva

Nadie duda de la importancia del deporte para la salud de un adolescente, pero cuando el mismo se transforma en una práctica extremadamente competitiva, podría provocar que los jóvenes pierdan el placer de ejercitarlo, o directamente lo abandonen.

El deporte es sin dudas
un aspecto fundamental en la salud del adolescente, pero cuando el mismo se
convierte en algo extremadamente competitivo, podría llegar a convertirse en
algo perjudicial para el chico, acarreándole problemas emocionales, o bien
provocando que los mismos abandones su práctica.

 En efecto, son muchos los
chicos que empiezan a practicar un deporte competitivo durante sus años de
adolescencia, pero también muchos los que, al cabo de un tiempo lo dejan. Si se
desea que el adolescente pueda disfrutar de ese deporte, y por ende seguir
practicándolo a través de todas sus vidas, será necesario no sobre exigirlo en
sus desempeños, y darle bastante estímulo y palabras de aliento.


 Ganamos, perdimos, igual nos divertimos

 El primer paso para
asegurarse de que su hijo adolescente continúe practicando el deporte elegido,
será hacerle entender que “ganar” no debe ser el principal aspecto en el que
debe concentrarse. Solo un muy pequeño porcentaje de los chicos deportistas
tienen un nivel profesional, en donde una actitud ganadora por cierto será
esencial para mantener el puesto.

Todo padre debe saber que
es posible disfrutar del deporte sin ser el mejor. El deporte debe ser una ruta
para que los adolescentes tengan una diversión sana y saludable, y aprendan
algunas habilidades de vida, como el trabajo en equipo, la superación personal,
y el esfuerzo por dar lo mejor de sí mismo, y no una práctica destinada
únicamente al éxito personal.

 Si su hijo adolescente
pierde en alguno de sus juegos, usted no debe sobre-presionarlo: alcanzará con
algunos consejos, el pedido de que se esfuerce un poquito más para la próxima, y
un simple “mala suerte”. Si el chico continua angustiado, trate de escucharlo
todo lo posible. Incentívelo para que le comente cuales cree que fueron las
buenas partes de su juego, donde piensan que les fue bien, y donde sus
compañeros de equipo también jugaron bien con él. Y pregúntele cómo piensa que
podría mejorar. Si el adolescente ha estado trabajando en una debilidad
particular en su juego, y mejorado en ese aspecto, aunque no llegue a ser
óptimo, felicítelo. Sabiendo que su trabajo le ha conducido a un resultado
positivo, tendrá una razón para permanecer practicando el deporte, así como la
visión de que el esfuerzo sirve para mejorar en la vida.


 
Además, no los felicite
en exceso durante un triunfo, ya que el adolescente podrá entender este mensaje
de muchas maneras, una de las cuales podría ser que el triunfo es fundamental y
ganar es lo más importante en el deporte. Apenas un simple, “bien hecho” será
suficiente en estos casos. Una vez más, escúchelo e incentívelo a que le cuente
que cree que ha sido lo más positivo en su desempeño, particularmente en aquello
que le era más dificultoso, y también que es lo que aún lo tiene disconformes.
Esto le demostrará a su hijo adolescente que si bien usted está contento por que
él ganó, no le importa tanto el resultado como sí el hecho de que pueda
divertirse, y le hará recordar que aún tiene mucho por mejorar, por lo que no
debe adoptar una postura soberbia. Pero asegúrese, tanto como le sea posible,
que el análisis final tenga un resultado positivo, para incentivarlo a mantener
la práctica del deporte.  

Saltando las vallas 

El segundo paso será
incentivar al adolescente a continuar participando en la práctica del deporte,
especialmente en las primeras seis semanas, si es que no ha estado practicando
deportes por algún tiempo, o está jugando al mismo por primera vez en su vida.

 Esto puede significar a
menudo llevarlo a jugar y a entrenar, o prepararles el equipo y la ropa, y
significa, definitivamente, estar muy atento a todos los partidos que dispute.
Después de seis semanas, el adolescente debe lograr tener como hábito hacer una
agenda que incluya la nueva actividad. A menudo, después de seis semanas, los
adolescentes ya se ocuparán por sí mismos del transporte y la preparación. Los
padres deben igualmente tener cuidado de no exagerar este incentivo, aceptando
que la motivación puede tener altibajos y que el deporte es a esa edad, en
definitiva, un juego, y no una obligación.


 
La última cuestión a
recordar con respecto a los adolescentes y el deporte es que dar lo mejor no
significa necesariamente dar siempre lo mejor, sino que el desempeño puede
variar en altibajos, dependiendo del estado anímico, otros incentivos, etc. La
trayectoria de la mejora personal, no solo en el deporte sino en todas las
cosas, es a menudo dos pasos adelante, uno para atrás, y así, ya que es muy raro
que el progreso sea recto.

 Cuando los adolescentes
también aprendan esta importante lección, podrán estar más tranquilos, y por
ende llevar sus vidas deportivas de una manera más eficiente y satisfactoria.