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Borobudur: una maravilla arquitectónica en Indonesia

En el vasto archipiélago de 13.000 islas que conforman Indonesia conviven devotos de Alá con seguidores de Buda, tribus que practican el animismo y gente que profesa un Hinduismo.

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Los
templos
más importantes de la isla fueron construidos entre los siglos VIII y
XII y se encuentran en las cercanías de Yogyakarta, verdadera cuna de la
cultura javanesa.

Contenida por las alturas del volcán Merapi y con el Océano
Indico como límite sur, esta ciudad de medio millón de habitantes fue
sucesivamente dominada por dinastías hinduistas y budistas que, entre otras
cuestiones, compitieron por plasmar en piedra los símbolos de su fe.

Así
surgió Borobudur, una stupa -en sánscrito, monumento con forma de cúpula-
ubicada sobre una loma, a 20 kilómetros de Yogyakarta.

Aunque según los
expertos, las dos primeras terrazas fueron originalmente destinadas a celebrar a
Shiva, Brahma y Vishnú, con la llegada de la familia real Sanaya que practicaba
el budismo, la construcción del templo se orientó a representar las enseñanzas
de Buda y su cosmología.

Una
verde alfombra de pasto y varios senderos flanqueados por altos árboles dan
marco al gigantesco macizo de roca volcánica de Borobudur, símbolo terrenal
del universo que gira eternamente alrededor del mítico Monte Meru.

Separado del
resto, un enorme ficus recuerda al árbol sagrado bajo el cual Buda meditaba
para alcanzar el Nirvana.

Al templo se ingresa por la puerta este, el lugar
donde se inicia la vida, para luego transitar seis terrazas rectangulares,
siempre en el sentido de las agujas del reloj.

El
recorrido avanza por cuatro kilómetros de corredores externos, decorados con
paneles de relieves que, a modo de libro, cuentan la vida de Buda y hablan de su
doctrina. Pero las exquisitas imágenes, además de constituirse en una guía de
piedra hacia la perfección humana, son un testimonio invalorable del estilo de
vida javanés durante el primer milenio.

Tres
terrazas circulares conducen a una gran cúpula central que está vacía y
representa el Nirvana. A su alrededor, 72 stupas pequeñas con forma de campana
esconden estatuas de Buda, una de ellas se ha convertido en un amuleto para los
visitantes que deben tratar de tocarla a través del enrejado de piedra para
tener suerte en el futuro.

El
trayecto en espiral de las terrazas de Borobudur permite acceder al Nirvana en
forma simbólica, pero una vez en lo alto, la visión armoniosa del cielo y las
verdes colinas cubiertas de vegetación, parecen acercarnos a la perfección.

El
monumental templo fue descubierto en 1815 cubierto por cenizas volcánicas y
selva, los holandeses comenzaron su reconstrucción que finalizó en los ochenta
con apoyo de la UNESCO y donaciones privadas.

A
tener en cuenta

Desde
Yogyakarta se ofrecen excursiones de medio día para visitar Borobudur. Conviene
llevar ropa liviana y un sombrero, además de llegar temprano por el calor; si
hay sol, un paraguas para usar a modo de sombrilla no estará de más, hay
vendedores ambulantes que los alquilan.