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La ropa interior no siempre fue igual…

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Diferentes épocas, diferentes gustos, diferente enfoque de la belleza…¿qué vendrá mañana?

El encanto de las
prendas femeninas y su seducción,
categorizan la calidad de lo que se lleva y especialmente, cómo
se lleva. La ropa interior es si ninguna duda, una de las armas fundamentales en
esta tarea, que a través de los años se ha sofisticado y renovado casi
completamente.

Aunque
las diosas, así como las mujeres de la Antigüedad en Grecia y Roma, no conocían
el concepto de ropa interior que tenemos hoy en día, sabían que para hacer
valer su hechizo y estar irresistibles, el tejido que cubría su piel era una
potente arma de doble filo que podía hipnotizar incluso a los dioses del
Olimpo.

Capaz
de despertar pasiones desconocidas, la
ropa interior era conocida casi
exclusivamente como una larga banda de paño bordada, casi siempre confeccionada
en lino blanco, aunque también podía teñirse, que las jóvenes solteras
colocaban en su cintura.

Estas
prendas estaban dotadas de un gran valor simbólico y social, ya que cuando las
mujeres contraían matrimonio, estas bandas eran desatadas por sus esposos como
símbolo de su unión.

Pero
además de ser utilizada como símbolo, la ropa interior era bandera del estado
civil y de la posición social ya que estas prendas eran más lujosas y ricas en
complementos dependiendo del poder adquisitivo de quien las llevaba.

Y
al contrario de los conceptos de belleza actuales, en aquella época, la figura
femenina ideal era aquella que no aparentaba un busto demasiado voluminoso ni
llamativo, y que por el contrario, reflejaba caderas generosas y mucho mas
amplias que las consideradas “perfectas”, actualmente.

Por
ende, la ropas interior era amplia y generosa en las medidas. Generalmente se
utilizaba un corset “duro” que sirva de pantalla rígida a las formas
femeninas para lo cual se utilizaba lana o lino, sin ningún tipo de colorido ni
bordado.

La
enagua, por su lado, era la prenda ideal para acentuar las forma de las caderas,
y consistía en faldas de lino que llevaba un aro metálico, cumpliendo la función
de aumentar el volumen de las caderas.

La
cota, aparte, servia para alisar la figura y consistía en una especie de túnica
que llegaba hasta los pies y que a la altura de la cintura traía algunos
pliegues característicos.