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Adiós Morocha, mi primera vez con una mujer

El desafío de escribir una historia de amor diferente: esta es la historia de la primera vez de una mujer con otra mujer…

No importa entre que sexos se de,  son
cuestiones de cupido finalmente. Gana por mayoría la teoría de que una
indefectiblemente se enamora de quién inicia en la aventura de los cuerpos y
de las almas, de amar y ser amado.

No conocían este mar, que muchos lo llenaron de olas de vergüenza, pero estas aves sin alpiste, se dedicaron a descubrir como es el sabor de unos labios del mismo lado, del mismo sexo. 

Prófugas del que dirán de los vecinos escandalizados, con lo que todavía no había sucedido, pero sucedió a pedido de los chismes, a la morocha la conquistaron, es así de verdad,  y sería lindo decir como los chicos ahora: "Posta". 

De un derrotero de personas, de amores y de desamores, a la morocha urbana la conquistaron finalmente. Y si, se puede aventurar el por qué, de una historia que quien sabe si terminó o no, a lo mejor será para descubrir que el amor no tiene envase, ni jeans ni minifaldas. 

Será por eso que la morocha nació el día que ella la nombró por primera vez, el lenguaje entre las dos se convirtió ya en leyenda.  Y morocha, a modo de toda respuesta, esgrime un "rubia". El código, la contraseña entre las dos y un ud, que exime al tuteo,  pone una impronta de respeto entre ambas, en fin, todo empezó un año cualquiera,  antes del 2000. 

El padre de morocha, era el administrador de un viejo edificio, estilo francés, en el corazón del barrio de Palermo Viejo.  Ella había vivido en él desde los 12 años hasta los 27 en el que salió para casarse como Dios manda con un hombre. 

Volvió diez años después, separada y con una hija,  a los 36 sumó un retoño más.  Su vida en pareja terminaba con una con la cuál compartió diez años de su vida,  y con la otras tres, hasta que nació el varón.  Lo demás fueron ilusiones,  bombones que de vez en cuando, la vida te da.

Mientras empieza a volver, su padre le habla de una nena que no puede abrir la puerta de entrada del edificio,  y  decía cosas como por ejemplo, no sé por qué tienen que darle la llave, etc., moro solo reía, con respeto por sus canas y por el desparpajo de esa niña a los nueve años de animarse con un recto hombre grande que se las veía con cualquier toro que el destino  le presentara.  

Esa fue la única presentación oficial y  de terceros de lo que sería el más grande amor.  Siguió la vida de todos,  el papá se fue un doce de octubre del 2000, la soledad  apabullaba, ella esta sola en un departamento con una criatura.  

En el 2003 cargaba ya una panza considerable. Aquella chica, que resultó ser la rubia, se hizo mujer y tiempo después, mientras la vida no dejó de pasar, madre

Un día cualquiera, encontró a Morocha en la entrada del edificio, qué ironía, abriendo la puerta,  tocó su vientre y  dijo: ay qué lindo ¡estás embarazada!. Se miraron y el choque de miradas fue increíble, de un lado un lindo par de ojos azules y enormes, inocentes, increíbles, llenos de brillo  de mares y océanos y de una inocencia sin par, de otro, un marrón queriéndose asemejar el color miel. 

Lejos de asociar aquella chiquita de las rabietas alojadas en las sienes del administrador, morocha la saludó sin reconocerla,  la rubia estaba al tanto de la vecina  del piso de abajo, sin que aquella se diera por aludida. Un tierno varón heredó los ojos azules de la rubia,  y así empezaron a compartir la vida….. el biberón se  rompió en el momento menos pensado, el pañal que faltaba en lo más oportuno, los parches para tapar lo roto, los equilibrios para tapar lo chueco, lo descosido y de las cintas los descartables que nunca pegan como deben. 

Cómplices de las travesuras de uno y de otro hijo, de ser mamá y papá al mismo tiempo, de jugar con la nena a la muñeca, de patear el penal en el arco del varón. 

Las miradas declararon lo que todo callaba, pero se iba haciendo evidente.  El tiempo pasaba y ambas se unían más,  empezaban a desconocer estar separadas,  cualquier detalle era la excusa y los demás empezaban a preguntarse qué raro misterio se estaba gestando y encubriendo bajo el nombre con que se bautizaron,  también se disfrazaron siempre vieron a ellas mismas como amigas.

El cuerpo en privado, sin desnudarse del todo, vulnerables