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Mauricio: un destino elitista

Los hoteles de Mauricio están rodeados de palmeras y con kilómetros de playa privada. ¿Destino elitista? Sin duda alguna… pero que vale la pena conocer

Isla Mauricio se ha centrado en un turismo de gama alta y sus hoteles, de un lujo excepcional, tienen fama de estar entre los más glamorosos del planeta, gracias a la calidad de su escuela hotelera y a la natural simpatía de sus habitantes.

Uno de los mayores atractivos de isla Mauricio es, sin duda, el excepcional nivel de su hotelería. Ante todo, destaca la calidad del servicio, debido a la natural simpatía de sus habitantes y a su escuela hotelera, de fama mundial.

También llama la atención, la cuidada arquitectura de estos establecimientos, generalmente construcciones bajas, edificadas con materiales nobles, que han interpretado con inteligencia las tradiciones locales y respetado el entorno de este lugar.

La imaginación de los arquitectos, diseñadores y decoradores ha sido notable y ya pueden verse estas edificaciones en importantes revistas de diseño y decoración.

Casas coloniales con columnas, bungalows sobre pilares en la playa, villas diseminadas por los bosques, entre otros, confirman una amplia gama de posibilidades.

Se ha recurrido a los más diversos estilos y ningún hotel se parece al otro; cada uno tiene sus particularidades y sus clientes incondicionales.

Algunos aseguran que el Paradis, es el mejor hotel, al borde de una laguna, bajo la impresionante montaña Morne-Brabant. Aquí, los huéspedes valoran especialmente su playa resguardada de los vientos, su bosque de unas cien hectáreas, su campo de golf de dieciocho hoyos, su exquisita gastronomía y sus villas junto a la playa.

Con isla privada

Muy diferente, pero no menos seductor, el Touessrok suele ser clasificado por las revistas de viajes como uno de los más fabulosos hoteles del mundo. Frente a la isla de los Ciervos, está formado por pequeñas construcciones edificadas sobre un islote que un puente colgante enlaza con la playa y los jardines privados. Enfrente del hotel, los huéspedes pueden disfrutar además de una isla privada para ellos solos.

Mansiones coloniales

Con otro estilo, y con otro encanto, el Sugar Beach, no lejos de Flic-en-Flac, rememora la elegancia de las grandes mansiones de la época colonial. Sus 183 habitaciones y suites del edificio central, así como las villas que bordean la playa, rememoran esa atmósfera a la perfección, con habitaciones luminosas, acogedores salones y mobiliario en caña barnizada.

En Flic-en-Flac, el Hotel Sofitel Imperial Corolia resulta igualmente uno de los más bellos de esta isla. De inspiración asiática, tiene forma de pagoda y se articula alrededor de una inmensa piscina en el corazón de un parque tropical. Por el contrario, los arquitectos del Trou aux Biches, a pocos kilómetros de Grande-Baie, han implantado un concepto totalmente diferente.

Con sus bungalows hundidos en la vegetación de un bosque de sesenta hectáreas al borde de la playa, el hotel evoca un pueblo nativo. Ese toque folclórico también se aprecia en la decoración de sus habitaciones, con objetos discretos, pero de exquisito gusto.

Confidencial, exclusivo, idílico. Cuesta encontrar los adjetivos para definir el carácter excepcional del Hotel Royal Palm, en Grande-Baie. Entre jardines y playas, sus 57 habitaciones de 55 metros cuadrados y sus 27 suites de 80 a 300 metros cuadrados cuentan con terrazas privadas abiertas sobre el mar, frente a la isla Plate, la isla Coin-de-Mire y el islote Gabriel. La decoración interior de sus habitaciones -azulejos mates, cortinas y colchas en azul y amarillo, mobiliario en madera clara- es tan alegre como la isla.

Entre cocoteros

Otro hotel que rebosa distinción es el Saint-Géran, en el que se acaban de invertir importantes sumas para su remodelación. Situado al nordeste de la isla, sobre la península de Belle-Mare, se oculta en un parque tropical de cuatro hectáreas, plagado de cocoteros, y cuenta con una playa de dos kilómetros entre el mar y la laguna.

A sus espléndidas 177 habitaciones y suites, que disponen de terrazas privadas, se añaden cuatro restaurantes, cinco bares, una piscina, un golf de nueve hoyos diseñado por Gary Player y un spa Givenchy. El toque colonial de su reciente decoración ha sido especialmente cuidado, sobresaliendo el mármol, el cuero, la seda, el hierro forjado y el coral.

Definitivamente, un destino para exquisitos.

Fuente: TurismoyMercado 

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