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Madurez madura e inmadura

Hay maneras mejores, y otras peores, de ser “maduro”. ¿Cuál es la suya?

Adaptarse a los cambios que conlleva el paso del tiempo
no es siempre fácil, pero eso no significa que no pueda hacerse de manera de
vivir cada nueva etapa en su máxima plenitud.

 

Pero hay maneras mejores, y
otras peores:

 

·
Madurez por iniciativa, es el modo directo y positivo; el adulto
mayor no espera que otros, el tiempo o las circunstancias, resuelvan el
conflicto, está consciente de sus posibilidades, utiliza la experiencia
acumulada, lucha por algo concreto y crea soluciones, elaborando recursos que le
facilitan el proceso.

 

·
Madurez por exploración, tendencia básica del ser humano,
explorar; y el adulto mayor explora la realidad del mundo; cuando los
conocimientos parciales impiden una toma de conciencia objetiva que le permita
poner las bases de una conducta eficaz; entonces se da la madurez por la
adopción de respuestas abiertas, que le facilitan ver la nueva situación, no
como amenaza, sino como problema vital que se puede resolver.

 

·
Madurez por aprendizaje, es la más sana, al ser un aprendizaje de
conductas nuevas para situaciones nuevas; requiere un “equipaje” adecuado y
recabado a lo largo de la vida, aunque exige más una actividad inteligente que
deje de lado cualquier reacción emotiva que nuble la objetividad y el realismo.
Debe ser un proceso exploratorio que no incluya la agresión como estímulo, que
sí sea un ajuste adecuado y benéfico que permita asimilar las experiencias, para
vivir otras nuevas. Habrá madurez.

 

·
Madurez por inhibición, es la manera más inmadura, porque encierra
actitud de huída y evasión; si el adulto mayor ha vivido en permanente actitud
defensiva por sentirse amenazado (miedo, cólera no descargada, ternura no
estructurada), en todo momento adoptará la forma del bloqueo-inhibición de sus
reacciones constructivas. Está dominado por el miedo, angustiado por sus
agresividades naturales y ansioso por las exigencias espontáneas de ternura; y
caerá en una conducta de aparente auto-control, paralizado de cualquier impulso
vital enriquecedor.

 

En suma, el adulto mayor requiere, como cualquiera otra
persona en cualquiera otra etapa, de una adaptación y el propósito es lograr que
todas sean capaces de poner en juego sus actitudes positivas y eliminar las
negativas; ya que están aprendidas tanto unas como otras, desde la plataforma de
madurez poder seguir caminando libres, rompiendo ligaduras, eliminando
dependencias y adquiriendo nuevas riquezas.

 

Es lograr un nuevo estilo de vida con permanencia sana y
eficaz, dentro de un nivel adecuado que cubra las necesidades personales.

 

El adulto mayor debe “programar” ese nuevo estilo de
vida, no en el sentido de renovaciones espectaculares, es basándose en calidad,
no es corregir actitudes erróneas; es más bien, intensificar todos los aspectos
positivos que se han verificado a lo largo de la vida de cada persona.

 

Los valores vuelven a estar
de “moda”, y las reformas educacionales de muchos países, con sus valores
transversales, recuerdan esta verdad.

 

Es posible comenzar el reto
del Tercer Milenio para la Tercera Edad, con una perspectiva más amorosa y
fomentar toda una ambientación globalizada, que nos lleva a valorar los carismas
de los adultos mayores saludables:

 

  • Gratuidad: no todo se ha
    de medir con el parámetro de la eficiencia, ante una sociedad demasiado
    ocupada, necesitamos del testimonio gratuito de amor procedente de los adultos
    mayores.
     

  • Memoria: recordar las
    propias raíces es ser fiel a sí mismo, si se pierde el sentido de la historia,
    se pierde la propia identidad. El diálogo de las generaciones permitirá
    guardar viva la memoria para que no se repitan los errores del pasado y nos
    animemos con sus aciertos.
     
  • Experiencia: la técnica y
    la ciencia no pueden reemplazar la experiencia, hoy vivimos con muchas prisas,
    agitación, precipitación y neurosis. El adulto mayor capta bien la
    superioridad del ser, a la de hacer y tener; su presencia permite una visión
    más completa de la vida y nos ayuda a valorar la sencillez, el silencio y
    contemplación.


De los carismas propios de esta etapa, se pueden obtener elementos válidos para
la humanización del Tercer Milenio. Todos somos necesarios, nadie está de sobra
en la humanista universalidad del amor.

De cara al futuro, de acuerdo a la evaluación de la humanidad, urge hacer
planteamientos adecuados que permitan que el proceso de madurez se haga de
manera que nunca sea necesario salvar lo que se perdió en muchos años
anteriores, por planteamientos equivocados, a lo largo de la vida.

 

No hay que esperar señales
de daños, hay que establecer una higiene mental y una higiene de la conducta,
que hagan que el camino sea sereno, hacia la plenitud.

 

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