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Maceió: una playa paradisíaca

En el norte del Brasil, más precisamente en Alagoas, se extiende una playa inmensa junto a un impresionante arrecife de coral lleno de peces multicolores: Maceió

La arena es de un color ocre clarísimo y el mar de un verde esmeralda o turquesa, dependiendo del capricho del sol. En esta zona prácticamente todo el año es verano: el aire es cálido incluso a las seis de la mañana y la temperatura del agua es tibia. 

Una de las mejores penínsulas es la Praia do Gunga, que se encuentra a sólo 21 km. al sur de la capital.  

Barra de San Miguel es un pequeño pueblo que vive de la pesca, el coco y la caña de azúcar, de viejas casas. En su pequeño puerto con un muelle de madera descansan las jangadas de pesca y las lanchas de madera que transportan a los turistas hasta Praia do Gunga, a unos veinte minutos de viaje por las aguas verde del estuario del Roteiro. Aquí las aguas son calmas porque la barra de arrecifes frena las olas. 

En este lugar se puede disfrutar de muy buena comida en los bares que ofrecen platos frugales especiales para la ocasión. Lo más destacado son los camarones a la milanesa, con mucho limón y un poco de cerveza. 

Maceió significa en lengua tupí-guaraní “lo que cubren las aguas”. Esta playa cuenta con 230 kilómetros de océano. Y no son playas solas, las que aquí se descubren están bañadas por varios ríos y sus deltas, rodeadas de islas donde mandan el mico, el coco y la caña de azúcar y viejas fazendas plagadas de árboles frutales e historias que parecen salidas de los teleteatros de la televisión brasileña. 

Jatiúca, Ponta Verde y Pajuçara son las citadinas más conocidas. Acompañada cada una de una rambla – orla en portugués – que cada treinta metros invita a una parada para tomar una cerveza. 

Las playas de la ciudad, que son 15, sólo están interrumpidas por el puerto, que la divide de norte a sur.

Maceió vive de 37 ingenios de azúcar, 17 destilerías de alcohol, varias plantas procesadoras de sal y, por supuesto, de la industria turística, el principal ingreso. 

Este sitio fundado en 1815 ofrece una animada vida nocturna, sobre todo en Jaraguá, el famoso barrio bohemio. 

También si se quiere descansar un poco de la playa, una visita al mercado de abastecimiento puede ser un paseo distinto. Cerca de la Catedral Nuestra Señora de los Placeres, es el sitio donde sus habitantes se aprovisionan de alimentos y mercaderías diversas. 

Luego subiendo y pasando las peatonales se llega al mirador del Faro. Desde allí se observa cómo baja la ciudad en una enorme escalera hasta llegar al puerto. Este se encuentra cerca de la pequeña capilla de Sao Gonçalo, en el barrio de la vieja oligarquía portuguesa. 

Saliendo de Maceió, otro de los paraísos más cercanos, 25 km al sur, es Praia do Francés(tiene ese nombre porque en la época de la colonia era un punto de desembarque para los contrabandistas francesas). Aquí el mar es absolutamente calmo. Del lado opuesto, las olas se ponen bravas y se juntan los surfistas. 

También al sur pero a 74 km de la ciudad, se encuentra Dunas de Marapé un complejo turístico relativamente nuevo que pertenece al pueblo de Jequiá da Praia. Sus playas son semi vírgenes, y se mezclan con las aguas de los ríos Poxim e Jequiá.  

Aquí habitan unos monos muy amistosos y una tornasoladas y enormes iguanas. El paisaje subacuático es onírico, si se está suspendido sobre las formaciones rocosas, los arrecifes, en segundos el panorama se llena de peces de todos los tamaños y colores.  

Se dice que allí está la segunda barra de arrecifes de coral más importante del mundo después de la Coral Reef de Australia. 

El último pueblo de Alagoas, es Maragogi a 125 km al norte de Maceió, al límite con Pernambuco. Este municipio tiene 22 km de litoral y varias playas con sus propias características.  

La primera, viniendo de Maceió, es Sao Bento, pasando el puente sobre el río Salado, que separa Maragogi de Japaratinga. Esta se trata de una aldea de pescadores cuya tranquilidad es su principal característica.  

Mas adelante se encuentra Camacho, en la faz del río Maragogi. La playa del pueblo de Maragogi, urbana, con su rambla repleta de bares, restaurantes y negocios de artesanías. La próxima es Bugalhau, que empieza pasando el Rio dos Paus, donde hay un gran mangueral. 

Detrás de Barra Grande se esconde un histórico poblado que atesora leyendas de la época de la guerra contra el invasor holandés. 

Las playas de Antunes y Dourado son especiales para el descanso.
La penúltima, Ponta de Mangue, es de aguas calmas y arrecifes de coral.
Finalmente, se llega a Peroba, de aguas turquesas y claras, al límite con Pernambuco.  

En todas estas playas se pueden degustar de platos típicos como la peixada portuguesa, moqueca de lagosta e camarao, arroz de camarao, filé a Parmeggiana, lula acebolada, o una suculenta macarronada de frutos do mar.  

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