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Las tres rejas

El joven discípulo de un sabio llega a casa de éste y le dice: -Oye, maestro, un amigo tuyo estuvo hablando de ti con malevolencia…

-¡Espera!
lo interrumpe el maestro-. ¿Ya has hecho pasar por las tres rejas lo que vas a
contarme?
-¿Las tres rejas?
-Sí. La primera es la verdad. ¿Estás seguro de que lo que quieres decirme es
absolutamente cierto?
-No. Lo oí comentar a unos vecinos.
-Al menos lo habrás hecho pasar por la segunda reja, que es la bondad. Eso que
deseas decirme, ¿es bueno para alguien?
-No, en realidad no. Al contrario…
-¡Ah, vaya! La última reja es la necesidad. ¿Es necesario hacerme saber eso
que tanto te inquieta?
-A decir verdad, no.
-Entonces -dijo el sabio sonriendo-, si no es verdadero, ni bueno ni necesario,
enterrémoslo en el olvido.

El
florero de porcelana

El Gran Maestro y el Guardián se dividían la
administración de un monasterio Zen.
Cierto día, el Guardián
murió y fue preciso substituirlo.
El Gran Maestro reunió a
todos los discípulos para escoger quién tendría la honra de trabajar directamente a su lado.

– Voy a presentarles un problema -dijo el Gran
Maestro- y aquél que lo resuelva primero, será el nuevo guardián del Templo.

Terminado su corto discurso, colocó un banquito en
el centro de la sala. Encima estaba
un florero de porcelana seguramente carísimo, con una rosa roja que lo decoraba.

– Éste es el problema -dice el Gran Maestro -resuélvanlo-.

Los discípulos contemplaron perplejos el
"problema", por lo que veían los diseños sofisticados y raros de la porcelana, la
frescura y la elegancia de la flor.
¿Qué representaba
aquello?

¿Qué hacer? ¿Cuál
sería el enigma?

Pasó el tiempo sin que nadie atinase a hacer nada
salvo contemplar el "problema",
hasta que uno de los discípulos se levantó, miró al maestro y a los alumnos, caminó resolutamente hasta el florero y lo
tiró al suelo, destruyéndolo.

– Al fin alguien que lo hizo !!! – exclamó el Gran
Maestro-, empezaba a dudar de la
formación que les hemos dado en todos estos años !!, Usted es el nuevo guardián.

Al volver a su lugar el alumno, el Gran Maestro
explicó:

– Yo fui bien claro: dije que ustedes estaban
delante de un "problema".
No importa cuán bello y
fascinante sea un problema, tiene que ser eliminado.
Un problema es un problema;
puede ser un florero de porcelana muy caro, un lindo amor que ya no tiene sentido, un camino que precisa
ser abandonado, por más que insistimos
en recorrerlo porque nos trae confort…
"Solo existe una
manera de lidiar con un problema": atacándolo de frente.
En esas horas, no se puede
tener piedad, ni ser tentado por el lado fascinante que cualquier conflicto
acarrea consigo.
Recuerda que un problema,
es un problema.
No tiene caso tratar de
"acomodarlo" y darle vueltas, si al fin y al cabo ya no es otra cosa más que "UN PROBLEMA".
Déjalo, hazlo a un lado y
continúa disfrutando de lo hermoso y lo que vale la pena en la vida.
No huyas de él… acaba
con él!.