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Las etapas de una pareja: ¿Es normal lo que nos pasa?

Claves para una pareja perdurable: saber por qué nos pasa lo que nos pasa, y qué hacer en cada etapa

Las personas
experimentamos distintas emociones, sensaciones y situaciones en las diversas
etapas de la vida.

 

La pareja,
como cualquier sistema vivo, puede ser descrita como algo que cambia
permanentemente, en un proceso de desarrollo, con un nacimiento, un crecimiento,
una madurez, un reposo y una muerte.

 

Tan diferentes
como los individuos, las parejas viven ciclos más cortos o más largos. Pueden
durar un día o toda una vida. Y no es igual cuando nace que en la mitad del
ciclo, o al final del mismo.

 

Las parejas
pueden formarse respondiendo a distintos tipos de motivación y en diferentes
etapas de la vida de las personas. Aunque hay diversos modos y criterios para
emparejarse, actualmente una gran mayoría de las personas que se unen, tiene
como motivación fundamental el amor (el enamoramiento) y un proyecto de vida en
común.

 

De modo
general, se puede establecer el ciclo de vida de una pareja basada en el
enamoramiento, en las siguientes etapas:

 


EL FLECHAZO

 

Es un instante
de deslumbramiento, el momento en el que se produce el chispazo, se descubre “la
química”. Aunque no conozcamos al otro, proyectamos en él nuestras ilusiones,
deseos y fantasías. Nuestra imaginación vuela y no necesariamente coincide con
la realidad. Es el momento del imán, la atracción inexplicable hacia el otro,
ese “no-sé-qué” que nos gusta.

 

Nuestra
sexualidad y el deseo también acompañan estos vuelos imaginativos. Sentimos
mariposas en el estómago ante la inminente presencia de nuestro objeto del
deseo, escalofríos, sudor, excitación, nerviosismo y ansias por el contacto
físico. Dura aproximadamente 2 meses.

 


ENAMORAMIENTO

 

Es la etapa de
la pasión amorosa. Dura más que la etapa anterior (aproximadamente 6 meses). Es
una fuente de energía e intimidad. Nos vamos conociendo, pasamos mucho tiempo
juntos, fluctúan ilusiones y desilusiones, justamente a raíz del proceso de
irnos conociendo y saber cómo es el otro de verdad.

 

Comenzamos a
pensar en “nosotros”, y a tener la necesidad de proyectos compartidos. En esta
etapa la sexualidad está a flor de piel, muy activa, suele haber contacto sexual
corporal, genital y coital permanente.

 


FORMACIÓN DE ESTABILIDAD

 

Se descubren
las posibilidades y límites de la relación, aprendemos a compartir y a conocer a
quien nos acompaña. Es una etapa difícil, de adaptación mutua, en la cual el
proyecto es consolidar el “nosotros” y aprender a crecer de a dos.

 

Desde el punto
de vista sexual, vamos conociendo qué nos gusta del otro; la relación sexual se
va estabilizando y muchas veces disminuye un poco en frecuencia, pero no
necesariamente en intensidad. El grado de intimidad se incrementa por el aumento
de la confianza y el conocimiento mutuos.

 


AFIRMACIÓN

 

En esta etapa
se produce el aprendizaje de la convivencia. Hay que aprender a negociar, a
compartir roles, a aceptar las diferencias, a resolver las dificultades y
conflictos. Se produce también una lucha por el poder, peleamos a ver quién
tiene la razón, quién se somete y quién es sometido.

 

Es el momento
de la formación de la familia, con la llegada de los hijos, lo cual genera un
cambio (la primera crisis vital importante y universal) en el sistema familiar
formado antes solamente por los integrantes de la pareja. Ahora, hay que
adaptarse a los nuevos roles parentales, donde los hijos se interponen y se
modifica la intimidad en la pareja.

 

La sexualidad
se condiciona a la presencia de los hijos, tenemos que esperar que se duerman o
se vayan a otro lado, o dejarlos con alguien para “escaparnos” a estar solos.
Los niveles de expresividad sexual deben cambiar para adaptarse a la nueva
situación.

 


LA MITAD DE LA VIDA

 

Se produce
aproximadamente entre los 35 y los 50 años de vida de las personas. En esta
etapa nos encontramos en medio de la crisis de pareja con nuestras crisis
personales relacionadas e interactuando con las de nuestros hijos
(adolescentes), nuestros padres (en su tercera edad) lo cual en ocasiones puede
llegar a generar una gran crisis familiar.

 

Es una etapa
difícil, de replanteos y de balances personales y conyugales. Solemos pensar qué
proyectos cumplimos y cuáles no. Desde el punto de vista sexual hay rutinas,
muchas veces falta de comunicación.

 

Y en ocasiones
no encontramos en el otro la posible satisfacción de nuestras cambiantes
necesidades. Se necesita fortalecer la autoestima y puede buscarse fuera de la
pareja lo que no se encuentra en ella.

 

Es por esto
que en esta etapa es cuando se producen en general los mayores índices de
infidelidad. Si no prestamos suficiente atención a la satisfacción de
necesidades mutuas, puede ser una fase dolorosa.

 


MADUREZ Y VEJEZ

 

En este
momento, los hijos ya son grandes, se van de la casa y los integrantes de la
pareja se quedan nuevamente solos. Se produce en este momento otra de las
grandes crisis evolutivas universales en la pareja.

 

¿Qué sucede
con la intimidad, la sexualidad y el amor?

 

Pueden
producirse dos situaciones extremas. En una, se genera un reencuentro: los
integrantes de la pareja nos volvemos a encontrar (“volvemos a ser novios”) y si
está todo bien, nos re-elegimos, nos conquistamos nuevamente y re-vivimos juntos
situaciones de plenitud (irse de viaje, compartir paseos, estar solos de nuevo),
con un resurgimiento sexual que puede ser tanto genital como afectivo.

 

También si nos
lo permitimos, hay una liberación en el goce de la sexualidad porque ya no
existen barreras como la posibilidad de un embarazo, ni la presencia de otras
personas (por ejemplo, los hijos) que inhiben la expresividad sexual.

 

En el segundo
caso, puede suceder que se hayan producido crisis accidentales o de cualquier
otro tipo y los miembros de la pareja se sienten como dos extraños. No se
reconocen ni encuentran de dónde sostenerse para mantener la relación y entonces
puede producirse la ruptura.

 

Cada pareja es
un mundo. Nos pasan cosas distintas, en momentos diferentes, pero en algunos
casos hay coincidencias y situaciones más o menos universales.

 

La clave está
en reconocerlas y aceptarlas para cambiar aquellas que podemos y convivir lo más
pacífica y serenamente con las que no pueden modificarse.

 

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