Podríamos preguntarle a nuestros padres qué pensaban en el momento en que
eligieron ponernos el nombre que nos pusieron.
Lo mas probable es que descubramos que no tuvieron demasiados factores en
cuenta, que simplemente decidieron darnos un nombre que les parecía “lindo”,
agradable, que sonaba bien a sus oídos y que les parecía que tenia un cierto
sonido de persona capaz de lograr llegar al éxito.
O, y esto también es de lo más común que recibiremos como respuesta, que
simplemente decidieron nuestro nombre basándose en los nombres de algunos
parientes, ya sean lejanos o cercanos, como por ejemplo nuestro abuelo, nuestro
propio padre (era muy común en una época que padre e hijo se llamasen igual.
En estos días, por suerte, esta costumbre ha caído en desuso) o por un tío
tercero político por parte de madre que, en realidad, ninguno de nuestros
familiares parece haber conocido, pero que, para nuestra desgracia, tiene un
nombre espantoso.
Pero entre estos factores tenidos en cuenta no entran algunos que sería aun más
interesante que fuesen tenidos en cuenta.
Nos referimos a la capacidad que parecen tener (o que tienen, mejor dicho, ya
que los estudios en este área tanto en los recientes siglos como aquellos que
nos llegan desde hace siglos, desde los maestros mas antiguos, parecen
confirmarlo) los nombres para manejar nuestra vida, a la forma en que un mal
nombre puede hacer que nuestra vida sea un desastre y un nombre positivo puede
convertirnos en la más exitosa de las personas exitosas.
Porque el nombre es una parte fundamental de nosotros, de nuestra personalidad,
de nuestra esencia y de lo que somos como seres, tanto físicos como en el mundo
espiritual. Es una de nuestras cartas de presentación y como tal dice mucho
sobre nosotros, pero también es una parte intrínseca a nuestra personalidad y a
nuestra relación con el universo.
Pero los nombres pueden cambiarse y, si pensamos que este último es nuestro
caso, tal vez saber como nos afecta nuestro nombre puede ayudarnos a decidirnos
a un cambio que, si bien no es fácil, puede sernos muy beneficioso.
Desde tiempo inmemoriales
Desde hace muchos siglos que los antiguos maestros de las artes espirituales
saben de la gran importancia que el nombre tiene en el contexto de la vida de
los seres humanos. No es sólo una herramienta de reconocimiento o una estampilla
que nos ponemos para ser capaces de diferenciarnos de la persona que esta a
nuestro lado; sino que, con el correr del tiempo, ha crecido dentro nuestro,
convirtiéndose en una parte fundamental de nuestra vida espiritual.
Nadie tiene un nombre por pura casualidad. O, si se quiere, puede ser nombrado
azarosamente de una forma determinada, pero con el correr del tiempo y de la
vida, este nombre se vuelve totalmente propio, afecta a nuestras capacidades y a
nuestra vida, le da forma a nuestro destino y se vuelve tan particular a
nosotros que es difícil imaginarnos con otro nombre.
El nombre, de una forma mística, es una gigantesca maquina de codificar, que
contiene toda la información sobre nosotros que puede contener una palabra. Esto
es decir, que, considerando el poder que todos sabemos que tienen las palabras,
contiene toda la información importante que podamos pensar en cuanto a nuestra
personalidad, a nuestro carácter en su forma más esencial y a todo lo que nos
hace ser una persona.
De alguna forma, podemos hacer un paralelo con otras cosas que también funcionan
como modificadores de nuestra vida. Nos referimos, por ejemplo, a la fecha de
nacimiento, a las configuraciones de las estrellas en el momento en que nacimos
y la religión. Son todos factores que están siempre con nosotros, sin importar
lo que hagamos, modificando nuestra vida para mejor o para peor, siendo un
factor importante en el trazado de nuestro destino.
Elección del nombre
En el momento de elegir un nombre para nuestros hijos (o para nosotros mismos,
si decidimos cambiárnoslo) deberíamos tener en cuenta lo que hemos estado
diciendo. Hay factores a tener en cuenta, en particular aquellos que conciernen
a la religión y a la tradición. En general, si nuestra tradición se inclina por
cierto tipo de nombres, esto es por algo y deberíamos prestarle atención a lo
que la experiencia de los años nos esta diciendo.
En el mismo sentido, la religión juega un factor muy importante en la elección
de un nombre. Cada religión en particular favorece a un tipo de nombre distinto.
No es lo mismo la elección que hará un cristiano que la que hará un mahometano o
un budista.
Y también las zonas geográficas juegan un papel en esta elección. Aquel nombre
común religiosamente en una zona puede no serlo tanto en otra. Esto también
debería ser tenido en cuenta.
Finalmente, podemos decir que, gracias a la tradición y a la religión, los
nombres no son elecciones ingenuas, ni palabras azarosas y simplemente
convencionales. Los nombres tienen significados y la forma en que están armados
afectan a estos significados. Es importante conocer esto también, para saber que
tipo de nombre estamos escogiendo.
Más allá de lo que decíamos antes sobre el significado, también es cierto que,
gracias a que el paso del tiempo juega un factor importante y que a veces la
costumbre supera al conocimiento y las deformaciones suceden sin conciencia, hay
muchos nombres que, en realidad, no tienen ningún significado en particular,
debido a su evolución.
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