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El Tabú de la Menstruación

¿Quién no tiene una hija, sobrina o vecina a la que vemos padecer la llegada de su ciclo menstrual cómo una maldición y no tenemos forma de ayudarla?

¿Cuántas veces lo hemos padecido y vivido así y no hemos recibido ninguna
respuesta que nos calme?


Cuántas veces hemos consultado profesionales de distintos sistemas médicos
(alopatía, homeopatía o cualquier otro, incluso desde el psicoanálisis) y la
respuesta es: “ pero no le des bolilla…” más esto no calma ni atenúa la
experiencia negativa.


Cuántas veces hemos visto las publicidades televisivas que proponen livianamente
“olvídate” y que sólo logran reforzar que la experiencia femenina de sangrar es,
por lo menos, incómoda, sucia, problemática y lo que es peor amenazante y
peligrosa para el entorno conyugal, familiar y laboral.


Dicen o incluso decimos ”¡Hoy no me des bola, estoy hormonal” Esto en el mejor
de los casos en los que no aparecen dolores tan fuertes que nos voltean en la
cama o expresiones más graves cómo dismenorreas, endometritis, quistes, tumores
y todo tipo de materializaciones físicas que expresan la profunda herida
femenina.

 

Es muy notorio que
la medicina nombre cómo “síndrome”a todos los sucesos pre y menstruales y que,
contradictoriamente, los llame normales, lo que expresa que es” normal” que una
mujer antes y durante su sangrado se ponga un poco enferma.

 

Esto me hace pensar
en el desconocimiento, el abandono social y el mandato cultural negativo que
pesa sobre los procesos biológicos naturales del cuerpo y de todo el ser
femenino.

 


He
escuchado a cientos de mujeres que al llevar éste tema a sus espacios
psicoterapéuticos reciben cómo respuesta que esto “les” sucede a causa de no
estar cómodas con “su ser mujer”. Incluso éste discurso también se hace oír
desde las terapias alternativas o New Age.

 


Pero,
¿cuál es el origen y la cura para ese mal-estar por ser mujer?

 

Al carecer de
instrucción y acompañamiento emocional para toda la experiencia femenina, y en
especial la de sangrar, es lógico que estemos incómodas, en conflicto y con
los mandatos culturales pesando sobre nosotras.

 

Esto también se
observa no solo con relación al sangrado regular sino a todos los portales
iniciáticos femeninos: la menarca, la iniciación sexual, la maternidad y la
menopausia.

 


Bueno,
sepamos que esto sucede a causa de lo recién dicho: pesan fuertes mandatos
culturales que negativizan lo que hoy llamamos “lo femenino” y que culpan a la
mujer de vivirlo cómo una mujer, es decir de vivir cíclicamente.

 

Y dejaré para otro
artículo lo que dicen las religiones sobre el fluido mensual femenino!

“Sangras porque es
una maldición” es la contraparte del “Parirás con dolor”.

 

Aunque detrás de
una apariencia progresista en nuestra sociedad moderna menstruar es una
interrupción en las actividades cotidianas, una irrupción molesta que, en el
mejor de los casos, solo altera la comodidad y, en el peor, no nos deja mover de
la cama.

 

Pero seguimos sin
saber qué pasa y por qué.

 


Y lo que
pasa es que todavía en nuestra cultura hipertecnológica sangrar sigue siendo un
tabú: es incomodo, doloroso, trae problemas, es peligroso, sucio y contaminante,
altera la vida sexual y, por lo tanto, debe disimularse, y si es posible, se
debe anular todo rastro en la vida social, en la intimidad de la pareja, en la
familia y sobre todo en el trabajo.

 


Este
mandato cultural que acatamos obedientemente, que no cuestionamos, que se ha
instalado hace tanto tiempo ya que lo asumimos como regla natural de
convivencia, es una pauta social típica de sistemas culturales en los que está
establecida la superioridad masculina y la inferioridad femenina, en las que es
necesario reprimir y controlar la sexualidad femenina que es vivida cómo impura
y amenazante.




¿Por qué
temor, dolor, pena, pérdida, vergüenza y ocultamiento son sentimientos
internalizados y asociados a la experiencia femenina de sangrar? ¿Qué motivos
hay para que esto sea así?

 



¿Podríamos imaginar un sangrado sin ésos sentimientos? ¿Cómo podría cambiar esto
nuestras vidas concretas y la de nuestro entorno?

 


Si
logramos liberar el ciclo femenino de aquella interpretación conservadora, y a
cambio recibir la información adecuada (no sólo biológica, sino también
emocional, psicológica, energética y espiritual) recuperaremos el equilibrio, el
objetivo, el confort y la honorabilidad de la experiencia cíclica femenina en
todas sus estaciones.

 


Quisiera
que tomemos conciencia de las diferentes energías femeninas, que se movilizan en
cada uno de tus ciclos menstruales y en cada una de las frases de tu vida cómo
mujer, repito: menarca, iniciación sexual, ciclicidad regular, maternidad, y
menopausia.

 

Aspiro a que
recuperemos el valor positivo de la ciclicidad femenina y a reconocer su fuente
sagrada.

 


A
celebrar conscientemente la llegada de nuestra sangre y de todas las etapas que
se experimentan a lo largo de la vida.

 


Porque
es el modo en el que nuestros cuerpos se alinean con nuestro corazón, mente y
alma, como una pausa necesaria para recordar lo que hemos crecido, lo que hemos
cosechado, lo que se ha muerto, la posibilidad de contar las cicatrices de las
batallas y los logros obtenidos.

 


Debemos
mirar, oler, sentir, meditar sobre el valor de nuestra sangre, devuelve el
valor perdido de virtud porque ella simboliza, no solamente que hemos nacido
pasando a través de un canal de parto, que hemos sido iniciadas/os a la vida,
ungidos por esta sangre, sino que estamos transitando esta dimensión humana.

 


Y,
además, es nuestra sangre la que nos instruye en la metafísica del poder
femenino.



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