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¿Él nunca te halaga?

¿Dejarlo, olvidarlo, estropearlo o reemplazarlo?

¿Qué pasa si una mujer comprueba que hace 20 años, 20 días o 20 minutos que no recibe de él el más mínimo de los cumplidos, halagos o palabras lindas? 

Antes, un esposo cualquiera podía salvarse y salvar a su querida mujercita si la tomaba por la cintura y le decía una andanada de frases bellas; bastaba esto para hacerse perdonar todos los halagos que había omitido previamente y los que olvidaría después.  

Si unía a todo esto una sonrisa enternecedora, el epilogo era la mas esperada de las derrotas que por día vivir una mujer. 

Pero si su adorado hombrecito no es de los antes, ni respeta estos cánones y resulta la excepción permanentemente, el anti-halago institucionalizado, ¿imagino usted que puede hacer? Es lo que me sigo preguntando yo.

¿Dejarlo, olvidarlo, estropearlo o reemplazarlo?

Se me había ocurrido que las opciones no eran muchas: dejarlo, olvidarlo, estropearlo o reemplazarlo, pero antes, así, a priori nomás, había pensado: “Y… halagarse sola”.

Un veterano colega, veterano catador de mujeres, además, me dijo con su risa y su sonrisa irónicas: “El tipo que tiene una mujer bonita no la haga es un estupido. Porque tendría que saber disfrutar a su mujer y saber disfrutar también la envidia (las ganas) de los otros. 

La sabiduría de mi colega abre otra perspectiva: la indiferencia. ¿No la halaga? Allá él con su tontería. A menos que le ocurra esto: que codiciada por todos haya preferido quedarse junto a su “bello indiferente” justamente porque NO la halaga.

No darle importancia… y escuchar los halagos de otro

Les voy a transcribir la opinión de otro periodista consultado sobre el tema que nos ocupa. A. P. (soltero, 35 años) me decía: “¿Qué hacer con el hombre que no te halaga? Dejarlo que se muere solo… siempre que haya otro que se este ocupando de ti. En el caso de que el otro le gustes de veras, ya veras como las cosas cambian.”

Quizás no debiera agregar que remato la frase diciendo que yo se la había inspirado porque podría parecer pedante.

De todos modos, lo que hay que recordar se resume en esta frase. SI NUESTRO HOMBRE NO NOS HALAGA, BIEN, QUE SE ENTERE QUE EXISTEN OTROS QUE LO HACEN POR ÉL.

Lo mejor es que nos halague en presencia de nuestro hombre piedra, pero si esto no ocurre, nos queda el recurso de comentárselo aunque esto le produzca toda la exasperación del mundo (lamentablemente nunca exasperara tanto como lo deseamos).

De acuerdo, para usted como para mi, la belleza es fundamentalmente un estado interior, incluso un estado de animo, a veces.

¿Pero qué hacemos con el aspecto externo? ¿Lo abandonamos y después nos ofendemos si nadie nos halaga? Porque habrá cientos de mujeres que provocan huidas: de halagos y de hombres.

Las ahuyentahalagos y arruinamaridos

No vamos a analizar a las ahuyentahalagos, ahuyenta hombre, ahuyenta todo, porque usted y yo sabemos cuales son: la desprolija, la desgreñada, la histérica, la loca por todo (especialmente por la limpieza: recoge las miguitas que se van cayendo al piso mientras él come, en vez de acompañarlo), la fanática, la torpe, la loro, que siempre habla y siempre quiere tener la ultima palabra y la razón también; la mandona; la rompevajilla, la dominadora y la ordenada por demás (ordena muy bien todo pero él no encuentra sus cosas nunca).

Si usted no se encuentra en estos rubros anti- halagos, y por el contrario es una, mujer capaz de despertar toda la admiración existente en plaza, entonces él, seguro, es del tipo sangre de horchata.

Porque, ¿si no, qué es? ¿Le da lo mismo que usted estrene el más encantador conjunto íntimo o que se vista con una arpillera? ¿Qué sazone su cara con un cuarto kilo de crema y corra a abrazarlo con extraterrenos ruleros o que le abra la puerta con el pelo sin rulito y bien cepillado?

Tome usted la iniciativa. El halago puede instaurarse como una costumbre, un nuevo lenguaje y él terminara por usarlo. 

Hay que considerar también a las mujeres que sin cambiar su apariencia externa (peluquería dos veces por semana) va metamorfoseando paulatinamente su imagen hasta que al cabo de los años no queda vestigio alguna de la muchachita alegre que fue. ¿Puede haber halago para una mujer así?

Por supuesto, usted no se convirtió en una matrona rugiente, reprochara, temática, hartante, bah. Usted, que eludió convertirse en “doña rezongo” sigue regando el jardín que es de los dos. Riega y riega aunque él no lo estimule en lo mas mínimo.

Pues hace bien. Porque cuando un día, un día gris, le falte el estimulo para seguir regándolo, tendrá todo el derecho del mundo de decirle a él que ama el sol y que la falta de pequeñas o grandes atenciones, besos, caricias, pellizcos, arrebatos o emociones por parte del hombre puede dañar el fruto que hombre y mujer concibieron juntos.

El halago, símbolo del amor

He tomado el hecho del halago como un culto de las cosas lindas del amor: ninguna mujer podrá corresponder al hombre si aquel no la incentiva demostrándole todo o algo del amor que le tiene.

¿Por qué lo seres humanos seremos tan necios? ¿Por qué no decimos lo que pensamos? ¿Es que algunos hombres se sienten mas hombres por no reclamar el amor que sienten?

La mujer no necesita del halago porque sea una muñequita de lujo: NECESITA DEL HALAGO PERMANENTE DE LA TERNURA PORQUE SI NO LO RECIBE, COMO TODO SER HUMANO, SE SECA LENTAMENTE HASTA AGOTAR SU CAPACIDAD DE DAR.

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