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El lado oscuro: abuso sexual infantil

“De estas cosas no se hablan”, salvo cuando aparece alguna noticia en los medios que rápidamente desaparece. ¿No es hora de comenzar a hablar?

La
sexualidad es vida”,
menciono en la home de sexuar, y lo sigo sosteniendo.
Sin embargo, la realidad nos muestra que existen situaciones en que la
sexualidad está ligada a la violencia, la enfermedad o la muerte. Entre ellas el
abuso sexual de menores ocupa un lugar particularmente dramático.

 

Se sabe que un
gran número de personas fueron alguna vez

abusadas sexualmente

en su infancia. Puede haber sido una única vez o puede haberse sostenido este
abuso durante un largo tiempo, generalmente hasta la adolescencia. El abusador
puede haber sido un adulto desconocido o un familiar, un vecino, un amigo de la
casa.

 


De estas cosas
no se hablan
,
salvo cuando aparece alguna noticia en los medios que rápidamente desaparece.
Generalmente el silencio es apoyado desde el mismo seno familiar, y el secreto
se convierte en un peso emocional que suele arrastrarse durante toda la vida.


 


Cuando el
abusador es un familiar directo, el padre, el abuelo, un tío o un hermano varios
años mayor, este silencio es aún más estricto. A tal punto que casi queda en el
olvido con el paso de los años.


 


A veces la
madre sabe de esta situación, otras veces la intuye y otras veces prefiere
negarlas. Generalmente estas madres también fueron abusadas en la infancia y
repiten el círculo atrapante del silencio con sus propios hijos.


 


Es necesario
diferenciar entre los

juegos sexuales

de los chicos de edades similares y las

conductas sexuales

estimuladas en ellos por personas que tienen más de 5 años de edad que estos
niños.


 


Los juegos
sexuales entre pares son habituales y forman parte del aprendizaje del ser varón
o ser mujer en la formación de la identidad. En cambio, la disparidad y el
forzamiento a situaciones sexuales que no son acordes a la edad de los chicos
-aunque ellos no se opongan manifiestamente- violenta, hiere y destruye el
crecimiento sano.

 

Los abusadores
de menores, llamados

paidófilos
,
son personas enfermas, ya que construyeron en su infancia un

mapa erótico

traumatizado por sus trágicas experiencias. En general, ellos también fueron
víctimas, y en su edad adulta necesitan repetir sus situaciones traumáticas con
un niño como lo fueron ellos. De otro modo no logran sentir placer.


 


La mayoría son
hombres, de todos los sectores sociales. Mendigos o profesionales, empresarios u
obreros, clérigos o aparentes “buenos padres de familia”. Sin embargo, en su
vida existe un lado oscuro generalmente desconocido.

 

Las víctimas
del

abuso sexual infantil

suelen tener tres tipos de reacciones en su vida adulta: se desinteresan por lo
sexual, lo exacerban o se convierten en victimarios para vengar su sufrimiento
infantil.

 

Aunque los

paidófilos

sean emocionalmente enfermos, esto no los libera de su responsabilidad adulta,
ya que saben racionalmente que su conducta es delictiva.

 

Además del

abuso sexual

en el ámbito doméstico, se ha generado en el mundo un nuevo negocio globalizado:
la explotación

sexual infantil
.
En ella se esclaviza a niños y niñas para la producción de

pornografía
a
través de fotos, videos o internet y para la prostitución.

 

Brasil y
Tailandia encabezan los países que ofrecen

turismo sexual

infantil a acaudalados clientes del primer mundo. En

otros países,
aunque no existen cifras oficiales, esporádicas noticias nos informan acerca
del ofrecimiento estos servicios en diversas localidades.

 

Las víctimas de
este comercio quedan con serias marcas en su identidad y en su posibilidad de
establecer vínculos confiables y afectivos. Se despersonalizan, no son personas,
son objetos de consumo.

 

El abuso sexual infantil,
como un acto individual y privado, y la explotación sexual infantil, como
proceso comercial organizado pueden prevenirse. Es necesario que los Estados
tomen medidas de acuerdo a lo acordado en la Convención Internacional por los
Derechos del Niño
.

 

La Convención fue
aprobada por Asamblea General de las Naciones Unidas en 1989, y sancionada como
Ley argentina N° 23849
en 1990. Declara abiertamente que “se protegerá a los
niños de toda forma de explotación y abuso sexual, para impedir la prostitución,
actividades sexuales ilegales y su uso en espectáculos y material pornográfico”
(Artículo 34).

 

Además del
tratamiento judicial y psicológico que pueda realizarse de los niños víctimas de
estas violencias, se hace imprescindible ejecutar Programas de Educación Sexual
para profesionales, docentes y operadores sociales que permitan aprender a
prevenir y detectar estos riesgos para derivarlos a una solución posible.

 

Hablar de estos
temas no es grato. Hasta puede pensarse que es preferible seguir guardando
silencio.

 

Sin embargo,
ponerle palabras al sufrimiento, saber que esa violación a la intimidad también
les pasa a otros, y que poder pedir ayuda permite recuperar el camino hacia la
vida, no sólo alivia, también restablece la confianza y la dignidad.