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Comienza la emigración

En los años 20, las cosas se ponen cada vez más difíciles. La única salida parece la emigración.

Terminé
quinto año con el aprecio de los profesores y una linda mención de la dirección,
y así estuve entre los cinco primeros de los cursos nocturnos.

Tanto
mi familia como mis patrones y mis compañeros de trabajo me demostraron una
gran alegría por mis logros.

Mis patrones me regalaron todo el atuendo de ropa:
traje, camisa, corbata, zapatos y un sobretodo. También me dieron una semana de
descanso, pero yo extrañaba tanto el trabajo que todas las mañanas pasaba por
el negocio a saludar a todos y si había mucho trabajo me disponía a ayudarlos,
pero no me dejaban hacerlo.

Al
año siguiente empezó para mi un nuevo ritmo de vida, el patrón comenzó con
problemas de salud y me asignó a trabajar con él ayudándolo en la
contabilidad y preparación de las facturas cada fin de mes para las oficinas públicas
(les proveíamos de útiles de escritorio).

Era
un trabajo bastante bravo y de mucha responsabilidad, sobre todo para un chico
de quince años como era yo. El patrón me supervisaba y con mi empeño y
dedicación aprendía a hacer el trabajo a satisfacción de todos, tanto es así
que mi sueldo se incrementó hasta ganar lo mismo que el empleado mayor, un
hombre casado y con tres hijos.

En
mi casa la situación económica mejoró mucho ya que todo mi sueldo se lo
entregaba a mi madre y así podíamos complementar lo que mi padre ganaba con su
profesión de encuadernador de libros.

Mi madre cuidaba de mi vestimenta pues
tenía que estar presentable, ya que estaba en contacto con empleados de jerarquía
en las oficinas públicas.

Cuando los sábados me iba al centro jalutziano me
daba dinero para mis gastos, pero la mayoría de las veces traía la plata de
vuelta sin haber gastado nada.

Si
bien en países como Polonia, Rusia, Hungría y Rumania siempre hubo
antisemitismo, la vida judía era cada día más difícil, sin ninguna
perspectiva para el futuro.

En
el año 1923 empezó el éxodo, el judío que podía emigraba a Estados Unidos,
Canadá o los países latinoamericanos.

El movimiento sionista y jalutziano se
intensificó con la ayuda del Joint y la Hias, instituciones norteamericanas que
posibilitaron económicamente que familias enteras pudieran emigrar a Israel. Se
denominó la cuarta aliá.