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Chamaico

Recuerdos de la Mendoza rural.

 

Don
Doroteo Gatica -puestero- y su esposa "La Mafalda" habían dispuesto
hacer un baile el otro sábado, este que viene no, el otro, ya estaban invitados
el señor comisario, (se le decía comisario, pero era un encargado de
destacamentos; el jefe de la estación; la señorita maestra-directora y, el señor
gerente de la casa de negocio.

Este
señor gerente era de la Capital Federal, lo habían mandado los patrones como
contador a la casa de negocio, era una persona muy delicada, siempre
correctamente vestido de traje y corbata y no tenía trato casi con nadie, vivía
de su casa al escritorio y de¡ escritorio a su casa, con su esposa y dos hijos. Mamá la atendió de parto a la señora, del más chico.

Las
únicas salidas, ir a la estación los días de tren pasajero que venía un señor
que vendía diarios, revistas y cigarrillos, en esas oportunidades conversaba
con el jefe, el comisario y el ayudante general, oportunidad que yo aprovechaba
a parar la orejita, porque hablaban cosas interesantes; el comunismo en Rusia,
la crisis europea, la situación de nuestro país tan crítica, con tanta
desocupación.

Siempre
buscaba estar cerca de personas, de las cuales podía aprender algo y corregirme
en las expresiones (por ejemplo: decía pión en vez de peón, carcular en vez
de calcular y así muchísimas) cuando tenía la ocasión de ver un diario o
revista lo leía de punta a punta, me gustaba y me gusta aún la lectura.

También
fue invitada mi madre, como era la obstetra del pueblo y a doña Mafalda la había
atendido de dos partos, correspondía, según don Doroteo que era tan "enterao".

Llegó
el esperado sábado y salimos con mamá, rumbiando para el puesto de don
Doroteo. El motivo principal del
baile, nos enteramos después, era que había comprado un fonógrafo nuevo,
algunos discos y la cajita de púa, todo en Rancul y quería estrenarlos con las
autoridades del pueblo. El galpón
muy bien regado y barrido, con bastante creolina, para disimular un poco el olor
a cueros secos y ratones.

Se,
juntó mucha gente -muchachos y chicas de las chacras y algunos puestos
cercanos-. Las autoridades también,
menos la señorita maestra que no concurrió, posiblemente no quiso venir en el
sulky del comisario con el jefe y el gerente; empezó el baile, muy animado,
todos bailaban con el fonógrafo nuevo, rancheros, tangos, pasodobles y valses. El único que no bailó fue el gerente.

El
comisario no perdió pieza con la señora de don Gervasio Pérez -¡vaya a saber
uno lo que conversaban y se reían!- mejor es no pensar nada.

Don
Gervasio no bailaba, ya estaba un poco viejo, pero la señora se conservaba bien
físicamente y era una morocha simpaticona. El comisario nunca trajo la esposa y según decían era soltero, había
venido de General.

Como
era de ley, se aproximaba la hora del infaltable chocolate, acompañado de los
pastelitos de dulce, hechos por doña Mafalda, cuando de repente aparece en el
medio del galpón doña Mafalda y dice:

"Señores,
van a tener que perdonar, pero no les voy a poder servir el chocolate, porque
los perros galgos me han tomao casi todita la leche, apenas me han dejao un
poquitito como para el señor comisario, el señor jefe y el señor
gerente".

Bueno
m hijo, el gerente se paró como para irse, antes que llegara esta mujer con su
chocolate sabor a perro galgo.

Mamá
que tenía confianza, se dirigió a la cocina para decirle que no sirviera ese
chocolate, que no lo iban a querer tomar, que llevara los pastelitos solamente,
pero don Doroteo se había provisto de caña dulce y anisado en Rancul, vino
bien para acompañar los pasteles, y el baile siguió su ritmo hasta la
madrugada, cuando el comisario, el jefe y el gerente se retiraron.

El
baile de don Doroteo quedó en la historia, junto a sus malditos perros galgos,
que nos dejaron sin chocolate.

Fuente:
“Vidas que hacen historia”, Ediciones Culturales de Mendoza, 1994.