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Antes, ¿era mejor?

“Todo tiempo pasado fue mejor”… reza un dicho popular con el que seguramente no muchos coinciden, mientras que otros, los más nostálgicos los aceptarán a pié juntillas…

La evolución de la
tecnología, trajo como consecuencia que los niños y adolescentes dejen de lado
muchos juegos manuales y de destreza atraídos por la computación.

¿Cuál es la barrera
entre lo nocivo y lo práctico de una y otra cosa?. La inocencia de muchos
juegos de conjunto, fue reemplazado por el individualismo de la computadora que
en la mayoría de sus juegos propone a los chicos “eliminar” a sus rivales, lo
que según interpretación de algunos especialistas constituye un claro signo de
inducir a la violencia. También surgieron los “cyber” en los que los chicos
pueden “asociarse en red” para practicar juegos que en su mayoría proponen
“eliminar” rivales virtuales, en un claro signo de violenta competencia.

La falta de legislación
actualizada al respecto, impide un control real sobre lo virtual. Mientras los
chicos pasan horas enteras en los “cyber” sus padres no sólo ignoran el nivel
de los programas que manipulan sus hijos, sino que en la mayoría de los casos
los desconoce.

En ese marco complejo,
es práctico revalorizar experiencias de antaño para compararlas con la
actualidad. No es bueno prohibir. Ese término es desagradable a la
interpretación de cualquier generación, pero ante el hecho consumado que
representa la proliferación de “cyber”, es interesante que los jóvenes, cuyos
padres no han podido transmitir la enseñanza de los antiguos juegos, puedan
revalorizarlos a través de la lectura, la observación de recreaciones en
imágenes y evalúen si es posible desarrollar ambas alternativas en forma
simultánea. 

De niños andábamos en
autos que no tenían cinturones de seguridad ni bolsas de aire… Ir en la parte
de atrás de una camioneta era un paseo especial y todavía lo recordamos…
Nuestras cunas estaban pintadas con brillantes colores. No teníamos tapas con
seguro contra niños en las envases medicinales, ni gabinetes, ni puertas…

Cuando andábamos en
bicicleta no usábamos casco…; tomábamos agua de la manguera del jardín y no
de una botella de agua mineral…; gastábamos horas y horas construyendo unos
carritos de rulemanes y los que tenían la fortuna de tener calles inclinadas
los echaban a rodar cuesta abajo y en la mitad se acordaban que no tenían
frenos…; después de varios choques con los matorrales aprendimos a resolver
el problema…

Sí,
¡nosotros chocábamos
con matorrales, no con autos!.

Salíamos a jugar con la
única condición de regresar antes del anochecer…; el colegio duraba hasta el
mediodía, llegábamos a casa a almorzar… No teníamos celular… así que nadie
podía ubicarnos.

Nos cortábamos, nos
rompíamos un hueso, perdíamos un diente, pero nunca hubo una demanda por estos
accidentes. Nadie tenia la culpa sino nosotros mismos… comíamos masitas,
bizcochitos, pan y manteca, tomábamos bebidas con azúcar y nunca teníamos
exceso de peso porque siempre estábamos afuera jugando… Compartíamos una
bebida entre cuatro… tomando en la misma botella y nadie se moría por esto…

No teníamos
Playstations, Nintendo 64, X boxes, Juegos de vídeo, 99 canales de televisión
en cable, videograbadoras, cine, sonido surround, celulares personales,
computadoras, chatrooms en Internet… Sino que TENIAMOS AMIGOS.

Salíamos. Nos subíamos a
la bicicleta o caminábamos hasta la casa del amigo, tocábamos el timbre… o
sencillamente entrábamos sin tocar y allí estaban y salíamos a jugar. Ahí,
afuera! ¡En el mundo cruel ¡Sin un guardián! ¿Cómo hacíamos? Hacíamos juegos
con palitos y pelotas de tenis, en algún equipo que se formaba para jugar un
partido; no todos llegaban a ser elegidos y no pasaba ningún desencanto llevado
a trauma… Algunos estudiantes no eran tan brillantes como otros y cuando
perdían un año lo repetían. Nadie iba al psicólogo, al psicopedagogo, nadie
tenía dislexia, simplemente repetía y tenía una segunda oportunidad…

Teníamos libertad,
fracasos, éxitos, responsabilidades… y aprendimos a manejarlos…

Sí, así creció una
generación, la “intermedia”, esa en la que hoy todos estamos cerca del medio
siglo. Por eso es importante que este trabajo llegue a las nuevas generaciones.
No con la intención de “apuntar” a la actualidad sino simplemente para que los
más jóvenes sepan qué hacíamos los chicos de antes.

Tal vez algunos dirán
“qué aburridos”, otros valorarán la destreza puesta de manifiesto en cada
juego, en la construcción de un carrito, un avión o un autito.

Pero a
nosotros… ¿quién nos puede decir que con ese poquito no éramos felices?.

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